miércoles, septiembre 20, 2006

Atanasio quería saber

Estábamos dialogando, como solemos hacerlo siempre que nos encontramos.
No se cómo comenzó ni cómo derivamos en aquella conversación. Lo que sí se es que jamás la olvidaré. Atanasio comenzó a contarme una historia de cuándo era muy joven. Creo que todo surgió mientras me hablaba de su madre.
En un momento me dijo: "Una vez me fui dos años. Cuando volví, ella no lo podía creer. Sólo me tocaba. Se acercó a mí y me pellizcaba. Cuando me vio creyó que era un fantasma. Habían pasado dos años. No podía creer que hubiera vuelto". Yo lo escuchaba: "¡Pobre madre! ¡Con un hijo así no ganaba para sustos!" - atiné a decirle medio en broma y sonriendo.
El tenía la mirada muy lejana. Parecía que se había remontado a aquella época. "Sí, pobrecita..." -respondió.
"¿Y adónde se fue ¡ dos años!? ¿Me quiere decir? ¿Cómo no se iba a preocupar su mamá? ¿Por qué se fue ¡tanto tiempo!?" - le pregunté asombrada.
Me miró fijo por un segundo, antes de responder lo que menos esperaba que respondiese:
"Quería saber si soñaba".
Y sus ojos lloraron.

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sábado, septiembre 16, 2006

A puro verde y cielo

Mediodía del sábado. En provincia. Día de descanso. Día de no hacer nada. Lejos, lejos de lo cotidiano, lejos del trabajo, de las obligaciones, del cansancio. Haciendo nada. Curioso estado casi desconocido para mí.
Sólo aire puro, más puro que en plena ciudad. Lejos del smog. Sólo verde, mucho verde. La vista perdiéndose en el infinito de un césped que no termina. La sombra de los árboles añosos. Los árboles frutales. Hacia arriba sólo cielo.
Verde y azul para mis ojos.
Mi cuerpo balanceándose en una hamaca paraguaya colgada de un árbol.
El espíritu revive.

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jueves, septiembre 14, 2006

La Rosa Roja cumple un año


La Rosa Roja cumple un año hoy. Un largo año de anécdotas, de historias, de relatos, de episodios. Pero, fundamentalmente, un año de historias de la vida real, de la vida misma vivida sin engaños. Un año de rosa desprendiéndose de su tallo, sí. Un año desde aquel día en el cual decidí inaugurar este espacio, un espacio en el que iba a poder ser yo misma, contar mi vida diaria, mis experiencias, mis tristezas, mis alegrías. Sin siquiera saber en aquel momento si alguien iba a leerme o no, si alguien iba a seguir el hilo de mi diario transitar por este camino de rosas y espinas, de espinas y rosas, de verdes y rojos, de rosas marchitas, de rosas regadas, de rosas que mueren y de rosas que nacen. A cada momento que viví y que plasmé en este sitio, le estoy agradecida. A cada persona que me leyó, me lee y me leerá, le estoy agradecida. A cada persona que deja su huella aquí, su comentario, sus palabras, sus consejos, sus ideas, su calidez, su ternura. A cada una de ustedes, a cada una de las mujeres que han pasado y pasan y pasarán por este sitio y me alegran cada día del año, a cada una les estoy agradecida. A cada uno también :) porque los hombres también existen, también nos visitan, también nos comentan, también nos observan, también nos analizan, también nos leen. A todos y cada uno de los seres humanos que han pasado por mi humilde casita quiero expresarles mi agradecimiento por su tiempo, que es lo más valioso del mundo, por sus suaves palabras, por animarse a compartir conmigo retazos de mi vida, enormes retazos cotidianos que hacen mi existencia a cada instante. Porque cuando llego cansada, cuando llego enojada, cuando llego feliz, cuando llego extenuada, cuando llego ilusionada busco este rincón, y aquí están todas y todos ustedes, seres humanos, sí, todos, detrás de las pantallas, sí, pero seres humanos de carne y hueso que me ayudan, sin siquiera saberlo, sin siquiera planearlo, a seguir adelante.
Feliz de compartir el día de hoy con ustedes. El primer aniversario de una rosa, no tan roja, no tan pálida, no tan feliz, no tan infeliz, no tan mala, no tan buena, con defectos y con virtudes, con altos y bajos, con soledades y compañías (más de las primeras que de las segundas), pero con sensibilidad, de eso no les quepa duda. ¡GRACIAS AMIGAS Y AMIGOS SIMPLEMENTE POR ESTAR!

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martes, septiembre 05, 2006

El descanso imprescindible 1: entre Gualeguaychú y Fray Bentos

Todavía no lo puedo creer ni siquiera yo. Terminé una gran parte del cúmulo de trabajo. Al menos, terminé lo que era prioritario, lo que tenía una fecha puntual porque era para la oficina y tenía que respetar los tiempos de entrega. Ahora, me queda pendiente la traducción del libro “del Diego”, pero eso es más elástico, más manejable. Como lo hago de forma particular y es para un amigo periodista, lo voy haciendo en los ratos libres. ¿Ratos libres? No tengo. Pero, me las ingenio en las noches, en las madrugadas y voy avanzando, de a poco, muy lentamente, pero algo es mejor que nada, en este caso. Una página es una página. Ya hice la introducción y el primer capítulo. Son diecisiete capítulos en total. Por algo se comienza.
Pero, este fin de semana me olvidé del mundo. Me despejé de tal forma que hasta me olvidé de que trabajo. Increíble pero real.
El sábado 2, me levanté muy temprano por la mañana y, tras un simple café a modo de desayuno, salí rumbo a Gualeguaychú. Casi me quedo sin ir porque el viernes a la tarde/noche llovió a cántaros y a primer hora del sábado todavía estaba nublado, y dudé. Pero, me decidí. Y ¡qué suerte que me decidí! Y emprendí viaje. El viaje imprescindible para sacudirme el estrés de las espaldas, la contractura de las cervicales, el agotamiento de la mente. Mientras iba por la ruta, miraba el camino hacia delante, todo libre, despejado, un mundo abierto hacia delante y hacia los costados el verde, a ambos lados de aquella ruta. Verde, verde, más verde ante mis ojos. Salió el sol. La mañana de sábado se tornó preciosa. Radiante. Me puse los anteojos de sol. Hacía calor. El sol de frente me daba en el rostro. En tres horas estaba allí: Gualeguaychú, Entre Ríos. A doscientos treinta kilómetros de Buenos Aires, a treinta kilómetros de la frontera uruguaya. Viví un mundo de sensaciones mientras viajaba. Parecía que la tierra, el aire, el sol, el verde, el cielo y el camino me pertenecían. Escuchaba música.
Llegué a destino. Justo para la hora del almuerzo. Me detuve en un restaurante para almorzar. Pregunté a dos hombres. Ambos coincidieron en el mismo sitio para ir a almorzar: un restaurante llamado “Dacal” en la Costanera. Me dije que si dos personas diferentes aconsejaban el mismo lugar, lo más conveniente y sin conocer el pueblo sería ir allí. No me arrepentí. Pedí un asado y un Valmont tinto, agua con gas, un budín de pan. Me distendí, no me quedan dudas. Ignoraba de dónde provenía el significado de la palabra “Gualeguaychú”. Parece que su nombre proviene de la expresión guaraní "yaguar guazú" que significa río del yaguar grande o probablemente de la palabra del mismo idioma "yaguarí guazú", gran nutria gigante. Después de almorzar, caminé por la Costanera y, en la esquina siguiente, encontré una hermosa heladería. La más grande del pueblo, me dijo alguien. Hacía calor así que me detuve y compré un helado. También entré al Casino, sólo por el hecho de conocerlo. Es la primera vez que voy para allí. No conocía nada. El pueblo vale poco, el centro, quiero decir, la plaza principal, la Catedral de San José y no demasiado más para ver. Las calles de alrededor me parecieron tristes. Tenía un dolor de cabeza impresionante. Un Tafirol que llevaba en la cartera me ayudó. Entré a la Catedral: una obra maestra inaugurada en 1863. Disfruté mirándola y recorriéndola por dentro. Disfruté de su arquitectura. Está construida en forma de navío. Fue agradable entrar, recorrerla, observar sus techos, sus detalles, su construcción. Un hombre tirado en las escaleras me pidió monedas; parece que en todas partes es igual, la gente que tiene que vivir mendigando. Recorrí la Costanera y entré a una feria artesanal. Cinco puestos en total. Parecía mentira pero así están los artesanos allá. Conversé con una mujer que atendía uno de los puestos. Le faltaban los dientes, le faltaban muchas cosas y le sobraban hijos: 8 en total, me dijo. Ciudad antigua, Gualeguaychú. Poco más para ver de interés. Poco más para recorrer. Llegué hasta el puerto. El resto sentí que no merecía la pena. No saqué fotos, no me llamó la atención. (Me estoy durmiendo, es entrada la madrugada y me estoy durmiendo. Las letras bailan. Continuará...).

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