martes, noviembre 28, 2006

Anoche no podía dormir

Me fui a dormir temprano, muy extraño en mí que siempre me duermo a altas horas de la madrugada. A las 22:30 hs. ya estaba en la cama y dormí casi hasta las 2 de la madrugada, o minutos menos. Me desperté, me desvelé. Fui a la cocina a tomar agua y a fumar. Volví a la cama. Volví a la cocina, volví a beber agua, volví a fumar. Vuelta a la cama. No pude pegar un ojo por más que lo intenté, por más que era lo que deseaba: dormir. No podía. Mi mente pensaba y pensaba y pensaba. En una cosa, en otra, en una persona, en otra, en mi familia, en mis antiguas amistades, en mi trabajo, en mi familia, otra vez en mis antiguas amistades. Y claro, también en Carmen, y en Carmen y otra vez en Carmen. Pensaba que ya estamos cerca de fin de año, falta poco, y ya casi hará un año desde la última vez que la vi, que nos vimos. Tal vez esté ella tan lejos que ni siquiera me recuerde, tal vez esté ella tan cerca que piensa todavía en mí. No lo se. Ya pronto hará un año y yo aquí y ella no se dónde. Imagino que en el mismo lugar de siempre, tal vez sí, tal vez no... Y me gustaría volver a verla, sí. Y mi mente dice que no debo, mi corazón me dice que tendría que verla una vez más. Mi sentido común me dice que si la veo será para discutir. Seguramente, está muy enojada por todo el tiempo que desaparecí. Por otro lado, no puedo. Mi vida ahora circula por otros carriles, por otras obligaciones, otras tareas, otro trabajo, una vida diferente... No se. Atada de pies y manos. Así me siento. Atada.
El insomnio se convirtió en el rey de la noche mientras yo pensaba en qué virgen me gustaría grabar en una medallita de oro.

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miércoles, noviembre 22, 2006

Escribir en la puerta de un baño es de adolescentes pero yo no sabía

No sabía. Nunca lo había hecho. Escribir con una birome en la puerta de un baño público. Nunca, y a mi edad, nunca lo había hecho. En la puerta del baño de un bar en el cual estaba tomando una cerveza. Extraña razón la que me hizo sacar la birome negra y platense de mi cartera para tipear en la parte trasera de la puerta de aquel baño y recuadrarlo:

Carmen 20/11/2006
Nadie sabe que fui yo. Nadie sabe que el 21 de Noviembre fue el Día de la Enfermera. Nadie sabe que la recordé. Nadie sabe que es como un pecado, un secreto, un no saber.

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sábado, noviembre 18, 2006

No sabía que existía Lola

Desconocía la existencia de Lola Copacabana. Pero, me dije: si ella lo logró, ¿quién dijo que nadie más pueda, no?

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viernes, noviembre 17, 2006

En El Tigre lloré


El domingo fui al Tigre. Estuve en una isla-recreo llamada "Parque Life". El lugar es bellísimo y tranquilo. El día espectacular, uno de los mejores de esta primavera. El sol radiante. El restaurante del recreo agradable. La vista hermosa. Todo estaba dado para pasar un día espectacular.

Pero, yo no tenía ganas de ir. Ya desde antes de salir, no quería ir. Pensaba ir el sábado y busqué una excusa para dejarlo para el día siguiente, el domingo. No había ningún motivo para no querer ir, hasta el clima era propicio. Pero, algo en mí me decía que no fuera. ¿La voz interior?

La gente disfrutaba. Los observaba a mi alrededor. Los observaba en el muelle, mientras esperábamos la última de las lanchas que nos pasaría a buscar a la tarde. Todos disfrutaban de un día maravilloso al aire libre.

No puedo explicar qué me pasó. No tiene explicación lógica ni coherente. Mientras almorzaba, tranquila y bien, en el asador del recreo algo se quebró. Yo me quebré. Sin saber por qué. Sin saber de donde vino ese quiebre. De repente, noté que las lágrimas comenzaban a brotar y no podía detenerlas. No había manera. Lo intenté. Traté de dejar de llorar. Me sentía incómoda con la gente en las mesas alrededor. No se si me miraban o no, ni me fijé, pero me sentía mal. Casi no recuerdo la última vez que lloré, hace siglos. Las lágrimas no se detuvieron de ninguna forma. Pensaba en Carmen. La recordaba. Recordaba nuestros paseos juntas por El Tigre. No en esa isla, no ese restaurante, pero sí en El Tigre. Recordé algunos días que fuimos. Recordé que fuimos a festejar uno de nuestros aniversarios. Recordé la última vez que estuvimos. Recordé la isla y el recreo en el cual estuvimos. Recordé la gente que nos rodeaba aquella vez, recordé nuestras conversaciones intrascendentes con aquellas personas. La recordé a ella. Y el llanto no se detuvo. Alguien me dijo: "Tenés que dejar el pasado atrás". Y yo ni siquiera se si es pasado... Arrojé una moneda al río con fuerza.



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lunes, noviembre 06, 2006

Cerrado por agotamiento

Fotografía con copyleft de Xanxita

¿Se puede "cerrar" por agotamiento? Si Isidoro Blainstein escribió un día "Cerrado por melancolía" por qué no puedo yo cerrar por cansancio? A veces me pregunto si estas cosas me pasan sólo a mí y creo que no porque no tengo nada de diferente a ningún otro ser humano así es que termino por convencerme de que tienen que existir otras personas que también deben atravesar por situaciones similares de cansancio. Muchas veces me pregunto cómo hacen para solucionarlo, cómo hacen los demás para sobrellevarlo. Yo siento que no puedo y eso me agota más. Siento que no puedo continuar con el ritmo de todos los días, que no puedo seguir -como si nada- con los deberes, obligaciones y quehaceres de cada día sin decir basta alguna vez.
Ayer domingo padecí este agotamiento que menciono. Una fuertísima contractura muscular atacó mis cervicales, mi cuello, culminando en un dolor de cabeza y en un malestar estomacal producido por el mismo dolor muscular, supongo. No daba más y aproveché la tarde para dormir la siesta convencida de que eso me aliviaría. No me alivió. A la noche cuando volví a la cama para dormir me sentía más cansada todavía, con más dolor. ¿Eso será estrés? Las preguntas me asaltan, la falta de tiempo para aprovechar y disfrutar de la vida están ausentes. El trabajo diario (que agradezco tenerlo porque la falta de trabajo no me sostendría) me agota. Los problemas diarios de trabajo, el malestar en la oficina, la falta de consideración humana, en fin... tantas cosas que provocan este desgano de levantarme por la mañana, desayunar apurada en diez minutos, vestirme y salir corriendo porque llego tarde y ahí miran mucho la puntualidad a la hora de entrada y ese tener que cumplir y cumplir y cumplir con todo el mundo. Tener que decir sí a todo cuando a una le encantaría decir no. Tener que escuchar conversaciones sin sentido, tener que soportar opiniones más carentes de sentido aún, que hoy dicen blanco, mañana negro, pasado gris y escucharlos a todos con cara de asentimiento, de tenés razón, de ok eso haré -aunque me gustaría gritarles que yo haría exactamente lo contrario, que están equivocados, que ni ellos saben lo que quieren, que no valoran lo que hago, que mi trabajo no lo ven, que mi esfuerzo no lo reconocen. Y me sigo preguntando ¿para qué? Si al menos rindiera económicamente todo lo que debería rendirme, pero no, no rinde lo que me gustaría que rindiese. ¿Para qué me deslomo, entonces, para que me esfuerzo entonces, para qué dejo hasta la última de mis energías dentro de esa oficina? Claro que peor sería no tener trabajo, no tener un centavo, eso también lo tengo claro. Pero, teniendo trabajo igual no alcanza. Parece que nada alcanza para vivir con dignidad en este país. ¿Cómo hacen los que viven bien? ¿Cómo hacen los que no les falta nada? Obviamente, no deben trabajar en relación de dependencia, deben ser autónomos y libres. No deben cumplir horarios para otros. No se cómo lo logran, no se cómo podría lograrlo yo. No se cómo es posible que cada día trabajo más y lo único que hago es pagar cuentas y saldar deudas y soportar presiones y más presiones. Algún día voy a estallar. Supongo que ese día está cercano porque el estrés me ronda. Y encima soportando este dolor de espalda, de cervicales, de cabeza, de estómago.
Hoy fue uno de esos días que tuve que decir basta. Anoche, en la cama, intenté relajarme. Creo que hay que atender los llamados de atención que el cuerpo nos grita y anoche mi cuerpo gritaba. Intenté distenderme, aflojar tensiones. Se ve que no logré exactamente llegar a la meta porque esta mañana no me desperté bien. Y no fui a trabajar. Se que no está bien faltar a trabajar. Se que en la oficina no les gusta. Se que tengo que ir aunque a mí no me guste, se que tengo deudas que saldar, cuentas que pagar pero se que estoy al borde de las fuerzas y que los caminos parecen cerrados.
¿Cómo hacen los que veranean? ¿Cómo hacen los que se van al extranjero, se compran la casa, el auto y les sobra para vivir? No importa cómo lo logran ellos, parece que ese no es mi destino. Me siento encerrada en un laberinto de tedio y de rutina que no conduce a la liberación ni a vivir con la holgura que me gustaría.
Lo único agradable fue el sábado a la noche que fui al cine. Fui a ver "El Ilusionista". Una película excelente, subyugante. Se conjugan allí varios temas que me fascinaron: el amor romántico y verdadero, la magia y sus trucos y poderes para el bien y la vida del alma después de la muerte. Me encantó verla. Me encantó ese sentido de perseguir un sueño y no perderlo de vista. Tal como lo dice mi amiga Alejandra Pizarnik en sus Diarios:

Soledad y silencio. He pensado en la
felicidad de dedicarme enteramente a la literatura, sin otros cuidados sino escribir y estudiar.


Y a mí me gustaría vivir así. Ese fue y es mi sueño: poder dedicarme a escribir sin ataduras. Tener todo el tiempo del mundo para escribir, para descansar, para ser libre. Pero, claro, no se puede, es utópico y lo se. Para poder lograrlo debería tener en mis bolsillos el dinero del que carezco. ¿Cómo lo logran los famosos? Todos aquellos escritores que se dan el lujo de vivir haciendo sólo aquello que les apasiona: escribir, leer. Como Coelho, como García Marquez, como Ciorán con su tedio, como Saramago con su experiencia y tantos y tantos más. Con dinero para mantenerse y vivir holgadamente, sin privaciones. No quiero ser millonaria, no, vivir tranquila apenas. ¿Cómo hacen algunos que parecen haber sido tocados por la varita mágica de la fortuna?
Supongo que esta pregunta viene desde que el mundo es mundo: ¿por qué algunos pueden darse el lujo de hacer y vivir de lo que les gusta y otros tenemos que esforzarnos en levantarnos cada mañana, nos duela lo que nos duela, para cumplir con tantas obligaciones que no nos hacen sentir felices? Tal vez todas estas reflexiones suenan a falta de conformismo, a falta de resignación, de aceptación, a rebeldía, no se... pero, siento que me agoto y que todo es en vano.
Me preguntaba Atanasio el otro día qué me pasaba y yo no podía explicarle. Apenas pude decirle que me sentía cansada, muy pero muy cansada y él me dijo: "no quiero verte cansada o desilusionada". Escuché esa palabra: desilusión y le presté atención. Desilusión ante el destino de algunos frente al de otros. Desilusión por tener que agachar la cabeza, esforzarme y seguir adelante con algo que no me rinde como desearía que fuera. Desilusión al darme cuenta de que el tiempo corre y yo no tengo posibilidad de disfrutarlo. Desilusión al darme cuenta de que no puedo mantenerme sin el agobio cotidiano ni vivir de mis sueños.
Adoraría vivir sin trabajar en la maldita oficina. Hoy necesito gritar: ¡NO PUEDO MAS!

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