lunes, abril 30, 2007

Domingo de encuentro con Anónima

Veníamos pensando en encontrarnos de un momento a otro.
Ella siempre me hablaba de mesitas palermitanas, sector fumadores.
Y yo, en los últimos tiempos, sólo arreglo encuentros en lugares en los que se pueda fumar. No cedo. Entrar a un café en el que esté prohibido fumar debe ser como que te encierren en un calabozo, imagino.
Como este fin de semana - para mí - es largo (hoy no trabajo), aproveché para desestresarme un poco. Poquito porque mucho no alcanzo a lograrlo. Además, aunque me quedé en casa, trabajé bastante. Me volqué a la fotografía (¡cómo y cuánto me gustan las fotos!) y también porque quería aprender a usar bien el Photoshop. Ese programa es, a mi gusto, uno de los más completos para retocar fotos, para hacer trucos, para incentivar la imaginación y crear algo. Nunca tuve tiempo suficiente para dedicarle y aprender a usarlo bien. Quiero aprender porque se que vale la pena y sabiendo cómo funciona podré aprovechar al máximo sus herramientas y sacarle el jugo. Busqué un buen tutorial (terminó resultándome excelente) y practiqué durante todo el fin de semana. Hasta logré hacer un dibujito a lápiz y me sentí tan contenta como cuando aprendí el abc antes de entrar a primer grado.
Pero, volviendo a anónima, ayer domingo a la tardecita coordinamos lugar y hora. El lugar lo coordinó ella que, afortunadamente, parece que conoce todos los cafés y restaurantes para fumadores que hay en Buenos Aires.
Mientras que coordinábamos el encuentro, pensaba que por qué será que me meto yo en cosas tan extrañas como puede ser encontrarse con una desconocida, encima anónima (porque ni siquiera se su nombre) un domingo por la tarde. Tan tranquila y entusiasmada que estaba yo en casa, camisón y pantuflas luchando, cuerpo a cuerpo, con el Photoshop. ¿Y si no nos caemos bien?, pensé. ¡Ma sí, yo voy igual y pido un cafecito chico! Si veo que la cosa no va, busco alguna excusa y me voy enseguida. Porque, pienso: una cosa es el blog y el diálogo desde aquí y otra es hablar con la gente de la vida real. Para colmo, ella no tiene blog así que no la leo ni se nada de su vida... En fin, por ahí andaban mis cavilaciones cuando veo que se me viene la hora del encuentro y yo seguía en camisón. Me baño y me cambio la ropa en un abrir y cerrar de ojos. Salgo a la calle con todos los pelos parados porque hasta que el cabello no está bien seco no lo puedo domesticar.

Cuando llegué apurada al punto de encuentro me pasó lo que, supongo que es normal. sucede cuando una tiene que encontrarse con una desconocida: llego al lugar y camino para aquí y para allá, gasto la vereda de la esquina, doy vuelta por una calle y por la otra. Encima no me acordaba si habíamos quedado adentro o afuera. Miro afuera y no veo a nadie con las características de la anonima que yo tenía en mi mente. No se por qué la imaginaba una señora, mujer madura, bastante gordita, morocha, con anteojos y con aspecto de docente. Recorro con la mirada todas las mujeres del café, de adentro y de afuera, y no visualizo ninguna con las características que llevaba en mi imaginación.
Gracias a Dios, ella me había dicho de qué color era su abrigo así es que comencé a buscar con la mirada mujeres con abrigos de ese color. La única persona que vi que llevara un abrigo de un color parecido, era una chica joven que estaba sentada sola en una de las mesitas de afuera. Pero, tampoco estaba segura de que fuera el color que anónima me había dicho. Me acerco un poco más a la mesa de esta chica para mirarle el abrigo más de cerca. El color se asemejaba a lo que podía ser pero tampoco estaba segura de que fuera el color que ella me había dicho. La chica, sentada en su mesita, parecía estar super tranquila hojeando un libro. Y yo ahí parada pensando qué hacer. ¿Cómo le voy a preguntar a esta chica si ella es la anónima? No llega a ser ella y me voy a sentir la más ridícula de la tierra. Entro al café para mirar si había alguien, en sector fumadores. Sólo había una señora que rondaba por los 80 o más. No, no creo que sea ella. Vuelvo a salir y la última opción era abordar a esta chica y ¡preguntarle! Me acerqué a su mesa y el típico: "¿vos sos....?", "Sí, y vos sos R.R.". Uf, ¡qué alivio! ¡Era ella!
Una mina fantástica. Nada que ver con la imagen que yo me había inventado en el cerebro. Joven, linda, delgada, una chica "fashion" pero "fashion pensante" de las que me caen bien. Para nada hueca. Lo que yo llamaría una mina "très très chic". Y es una persona de ¡las habladoras! ¡Qué suerte! Porque para eso se encuentra una: para hablar y no para quedarse en silencio. Anónima, la verdad que de muda no tiene nada. Hablamos tres horas seguidas sin stop. Increíble. Y, por supuesto, pedimos más de un café porque el diálogo daba para más. Parece mentira cómo se vuela el tiempo cuando una se siente cómoda.
De repente, me di cuenta de que ella sabía casi todo de mí (es lógico porque lee el blog) y era como si me conociera. Sin embargo, yo de ella no sabía nada. Esto no fue ningún problema porque, en otro abrir y cerrar de ojos, me puso al tanto de todos los aspectos de su vida, Me habló de sus diferentes trabajos, de un ex jefe, criticó al mío (muy bien hecho), de los novios que tuvo, los ex, el actual (se me hizo una coctelera en el cerebro pero ahora ya los tengo diferenciados). También de su familia, de sus amigos y hasta de los vecinos. Nah, si es lo que digo, diálogo no faltó. Criticamos a un par de bloguers, jeje, pero no fue tan grave, ya que también hablamos bien de otros.
Volví a corroborar que este mundo es un pañuelo. Buenos Aires es grande y no va que venimos nosotras a vivir justito en la misma calle. Eso sí que se llama coincidir. Después, me hablaba de conocidos suyos, lugares a los que suele ir y lo que me menciona me suena casi familiar. Me habló de un hombre que fue a ver, me lo nombra y yo pienso: "¡¡uhhhhhh, no lo puedo creer!!! Si con este hablo yo seguido por teléfono, me persiguió con los mails hasta que lo entrevisté, quiso que lo ayudara en x proyecto". ¡Claro, lo conozco! y viene anónima y me lo nombra. Pero, como en domingo y fuera de la oficina, no hablo de laburo no dije nada. Que este lugar, que aquel otro. Y casi todos me eran familiares porque alguna vez estuve relacionada con esos lugares.
En resumen, me encantó el encuentro, me encantó la conversación fluída, me encantó conocer a anónima. Que aún sigue siendo anónima porque, de tanto hablar, nos despedimos y no le pregunté su nombre.
En muchas cosas se parece a mí, tenemos gustos similares. Eso es agradable. En otras no, pero bueno, tampoco se puede ser dos gotas de agua.
Pero lo que más rescato de la gente es que sean pensantes. Eso me cae muy bien. Y anónima lo es. Además, me gusta su escala de valores. Es una mujer que valora el amor, la amistad y tiene los pies sobre la tierra en lo que respecta a la vida, la muerte y la locura. Gente así vale la pena tratar.
Como si todo esto fuera poco, me llevó un regalo. Me sentí bastante mal y culpable porque yo no le llevé nada. La próxima vez será sin falta. Me encantó porque me llevó lo inconseguible, lo que tanto tiempo busqué y no logré hallar en ninguna librería. Lo que hizo que se agolparan en mi mente, en un segundo, todos los recuerdos de mi love español. Y lo tenía ella allí sobre la mesa, para mí.

Voilà!



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lunes, abril 23, 2007

23 de Abril - Día de San Jorge

Esta imagen de San Jorge de Gaudi (en León) pertenece a Dujarandille


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domingo, abril 22, 2007

Llueve y llueve


Esta imagen pertenece a: Gulliver


Llueve y llueve sin tregua sobre la ciudad.
Es agobiante. Aburridor.
Todo el sábado adentro. Sin asomar la nariz a la calle. Demasiado gris.
Tanta lluvia no me gusta. Y, como si fuera poco, el día tan oscuro se vistió de frío desde la tierra hasta el cielo.
Estuve a punto de viajar a Montevideo este fin de semana. No tenía ganas de ir. Lo sentía como un viaje forzado. Nunca me alegré tanto como hoy de haber dicho NO, de haberme quedado en mi lugar.
En este día de encierro, inevitablemente, pienso.
Me siento contenta porque ya voy por el día 9 del stop. Y eso es positivo, muy positivo.
Al tiempo que conversaba con alguien esta tarde, pensaba que tengo que conseguir otro trabajo en el que se valore lo que hago, en el que alguien vea mi esfuerzo, por lo menos, un trabajo que me reditúe más, un trabajo en el cual pueda sentirme más cómoda y feliz. Cada noche me cuesta más conciliar el sueño y cada mañana me cuesta más levantarme, vestirme y salir de casa para ir a la oficina. Es como un peso el hecho de tener la obligación de pisar cada día un lugar en el cual -si bien el trabajo me gusta- algunas personas que me rodean no me hacen sentir bien. Sé que no es nada fácil cambiar de trabajo en este país. Eso lo entiendo perfectamente. Y que tengo que estar agradecida por el simple hecho de tener trabajo y por trabajar en lo que me gusta, sí, lo comprendo. Pero supongo que tampoco será imposible pretender algo mejor. Mucho empeño por mi parte y algo de suerte, también. Pero, hoy terminé de confirmar que la necesidad de cambio se hace imperiosa.
También pensaba en lo que significa el hecho de llevar un blog para muchas personas. Lo pensaba mientras leía que existen dos vidas. En mi caso es así: 1) mi vida en la blogósfera en la cual puedo ser yo sin temores y expresar lo que siento, pienso, me sucede, tener buen feedback con otros internautas, interactuar con ellos. Ser yo misma y, en muchas ocasiones, comentar cosas de mi vida privada o de personas que me rodean sin que eso implique ir derecho a la hoguera ya que la gente que me rodea no pertenece al mundo de mi blog. 2) mi vida real con trabajo, familia y conocidos que saben cómo soy y me conocen pero, por supuesto, ignoran que tengo un blog y, por suerte, no me leen.
Me gusta mi vida real. Pero me gusta mucho esta privacidad que da el anonimato. La lluvia no.
Tengo los pies congelados. La lluvia sigue.

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domingo, abril 15, 2007

Historia de un taxista (en 4 minutos)

El jueves a la mañana salí tarde de casa. Seis minutos antes del horario en el que tenía que estar en la oficina.
Mi otro yo me decía: ¡No podés llegar tardeeeee!
¿Qué hago? Paro un taxi en la esquina de la avenida y listo - le dije yo, mientras caminábamos (mi otro yo y yo) rumbo a la avenida. Pero, al llegar a la bendita esquina, ví que una pareja estaba esperando lo mismo que yo: un bendito taxi.
Aparece uno. La pareja - tal como lo imaginé - se avalanza sobre el auto. Pero, antes de abrir la puerta para subir, se arrepienten y retroceden.
Miro el auto. Precioso, brillante, impecable. Parecía una 4 x 4 de grande. Miro al chófer. Raro, rarísimo. ¡Con razón no se subieron estos!, pienso. Miro a la pareja. Ellos me miran. Parecían decirme con los ojos: ¡Cuidado: no subas! Vuelvo a mirar al chófer: muy extraño. Ganas de subir no daba su presencia. Altísimo y larguirucho, aspecto hippie, agachado con su cabellera casi toda volcada sobre el volante, su cabello negro y ondeado largo hasta la cintura. Con anteojitos, estilo John Lennon, leía el diario como si aquellas letras impresas fueran todo lo que le importaba en este mundo. No era un simple taxista a la pesca de un pasajero. Ni me vio ni vio a la pareja. Miré las agujas del reloj. El tiempo no perdona. Pensé que llegaría tarde si no lo tomaba así que presté atención al número de la patente que llevaba grabada en el vidrio de atrás. Subí. En silencio, seguí repitiendo el número varias veces hasta memorizarlo. Si me pasa algo - pensé - si me mata, si me asalta, si... me voy a acordar del número de patente. Arrancamos. Ví que el hombre estaba fumando. Pero, hasta su manera de fumar y de sostener el cigarrillo entre los dedos era diferente. Le voy a hablar de algo, pensé, para ver si está dormido o despierto porque, con tanto pelo, apenas si se le veían los ojos. Le pregunté por el tiempo, si iba a llover o no. Me contestó que no sabía porque venía, desde el centro, entretenido conversando con unos pasajeros sobre temas muy profundos y que no escuchó nada de radio. Me alegré. Por lo menos, estaba despierto. Pero noté que su acento no era argentino. Seguimos viaje. Intercambiamos un par de palabras más y, todos sus movimientos seguían siendo poco convencionales. No era un taxista del montón. Además, manejaba con toda la parsimonia del mundo, como si los minutos no corrieran en las agujas del reloj inexistente en su muñeca. Y yo ¡super apuradísima! que a ese paso ¡no llegaba! En determinado momento, a cuatro cuadras de donde yo iba, detuvo el auto en seco y a mí casi me paralizó el corazón. Sólo atiné a decirle: Pero, mire que yo sigo ¿eh?.
Sí, sí, pero nos vamos a parar un momento porque tengo la puerta de atrás mal cerrada y la voy a cerrar bien.
Me avisó "no se quién"
-respondió. No entendí porque hablaba bajito y pausado. Era el monumento a la serenidad. ¡Y mis nervios a flor de piel! Acomodó su puerta sin prisas, la volvió a cerrar, volvió a subir al auto y arrancó.

Me atreví. No me podía quedar con la intriga. Junté valor y:

Yo (tratando de que mi voz sonara despreocupada): ¿De dónde sos? Porque argentino no sos. Lo digo por el acento... ¿Sos portugués?

El: ¿Eh? ¿Portugués yo? No.

Yo (sintiéndome una idiota): Ah... por la tonada se me ocurrió Portugal. ¿Sos brasilero?

El: No.

Yo: Bueno... no tiene importancia.

Silencio interminable.

El: Naci en Egipto. Pero, todavía no conozco.

Yo: ¿En Egiptoooo?

El: Sí. Cerca del Nilo.

Yo: ¿Y no lo conocés?

El: Todavía. Pienso ir a vivir allá uno de estos días.

Yo: ¿Cómo uno de estos días?

El: Sí. Cuando me parezca bien, saco pasaje y me voy.

Yo: Te entiendo; yo no conozco. Jamás estuve pero los que conocen dice que Egipto es una belleza. Me imagino que sí. Si un día tuviera mucho dinero, es un país que encantaría conocer. Debe tener una historia impresionante. El Nilo, las pirámides... sí, me gustaría verlas.



Detuvo el auto porque llegamos a destino. Apagó el reloj del taxi y le pagué, mientras abrí la puerta para bajar y seguimos hablando.

El: Es cierto. Yo viví la mayor parte del tiempo en Israel. Después otro tiempo en Nueva York. Estuve en algunos otros países por temporadas. Ahora estoy aquí.

Yo: Y si viviste en Israel tanto tiempo y en Estados Unidos. ¿Qué hacés viviendo acá?

El: Me intención es recorrer el mundo. Conocer todos los países que pueda.No tengo compromisos con nadie en ningún país. No tengo apuros. Eso me permite ser libre. Estoy un tiempo hasta que me dan ganas de conocer un lugar nuevo.

Yo: ¡Qué lindo! Y hacés diferentes trabajos, vas cambiando de tareas, no te aburrís con la rutina...

El: ¡Ah, sí! Soy libre. Además, ¿sabes? yo pienso que el día que muera no voy a llevar nada conmigo. Sólo me iré con lo que conocí, con lo que viví. Por eso quise recorrer el mundo. No conozco Egipto. Por eso me voy a ir a vivir allá, para conocer el lugar dónde nací.

Me dio las monedas del vuelto. Sacó de la guantera una tarjeta de estas de los radiotaxis y me la entregó.

El: Toma. Puedes llamar a la flota cuando necesites un viaje. Si le dices que te la dio el egipcio ya se van a dar cuenta porque soy el único.

Yo: Bueno ¡gracias y suerte!

El: Te llamas Rosa Roja ¿no?

Yo: ¿Quéeeeeee? (Me quedé helada porque acertó mi nombre) ¿Y eso cómo lo sabéeees? No tengo ningún cartel.

El: Pero te llamas así.

Yo: Sí... sí... Estoy asombrada.

El: ¡Ah! Haces bien en llevar el anillo de Atlante en tu dedo índice. Te va a ayudar con tus problemas intestinales y de columna.



Llevo un anillo de Atlante en el dedo índice de mi mano derecha. Pero el anillo no dice mi nombre ni ningún otro nombre, no tiene ninguna inscripción ni relata mis dolencias.

Yo: Gracias.

El: Si alguna vez llamas a la flota, quizás tienes más tiempo y podamos conversar con mayor profundidad.

Yo: Sí, quien sabe, las vueltas de la vida, nos volvemos a encontrar. ¡Adiós!

El: Que el día de hoy te llene de luz.

Me bajé. Llegué a la oficina un minuto tarde pero valió la pena.

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sábado, abril 14, 2007

Sueños

Alguien me preguntó si yo tenía un "love español". Me fui a dormir y me olvidé de la pregunta por completo. Pero sí, alguna vez tuve un "love" en España. Ese fue EL LOVE porque fue el más importante para mí o, al menos, por la persona que más amor logré sentir en toda la vida. Me desperté como a las 4 de la madrugada y, al despertar, recordaba el sueño. Extraño en mí que no soy de recordar sueños. Soñé que mi amor español volvía a Argentina. Ya viajó antes dos veces. Y como quien cuenta ovejitas -mientras me sentía una imbécil -me puse a contar, mes por mes, el tiempo que transcurrió desde que se fue, después de su última visita. Dos años y casi seis meses, va a hacer a fin de mes. Ya no pude dormir más y me levanté, directamente, para ir a trabajar. Como si Cartagena estuviera a la vuelta de la esquina.
Suerte que el jueves a la noche descubrí que en TVE han vuelto a pasar mi serie favorita: Cuéntame cómo pasó.

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jueves, abril 12, 2007

Día 1

Hoy fue mi primer día de STOP y me siento de maravillas.
Creo que me servirá bastante llevar un registro de los días en los que voy cumpliendo la promesa que me hice.

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lunes, abril 09, 2007

Se terminó

Ya no quiero más esto para mí. Hay que tener la sabiduría necesaria para decir basta. Hay que tomar las riendas y no dejarse llevar. Estúpidamente. Penosamente. Algunas veces me preguntaron: “¿Y por qué lo hacés?” Y yo no encontraba la respuesta y tampoco la tengo hoy. Sólo se que es suficiente de dañarme y de hacer daño (sin querer) a los demás. Hay que darse cuenta.
Hoy digo: STOP


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domingo, abril 08, 2007

Cambio de look

A las 11 hs. me encontré con Sergio – recién llegado de Madrid – para tomar un café. Conversó durante dos horas sin pausa. Que él, que su novia, que el trabajo de ella, que la familia, que el trabajo de él, que sus viajes, que “el Diego”, que el departamento y que la novia otras cien veces. Lo escuché sin meter bocadillo, casi.
Después de almorzar me senté a tomar algo en
el café nuevo. Sola. Un pensamiento me condujo a otro y a otro y a otro y terminamos hablando mi yo interior y yo. Sentí el bajón profundo. Mi yo interior me estaba preguntando si sería yo capaz de tener un sentimiento verdadero por alguien. Yo le decía que las cosas no son sencillas. Que, a veces, me da la sensación de estar como anestesiada, que me parece que ya estoy incapacitada para dar amor, que es como si no sintiera nada especial por ninguna persona, que los años pasan y una va agarrando mañas que son complejas de compatibilizar. Mi yo interior me dijo que algo extraño me debe estar sucediendo porque no sentir nada por algún ser humano no es muy común. Sentí que el bajón aumentaba.
Entonces, recordé que a la mañana había leído algo acerca del
“flequillo angustiado”. Me puse a pensar en el tiempo que hace que no voy a hacerme nada en el cabello. Mi yo interior sentenció: ¡Dale, andá! Yo le decía que mejor lo dejábamos para mañana pero, mi otro yo respondió: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. ¡Andá! Vas a ver que todo sale bien y te vas a sentir mucho mejor. Te va a levantar el ánimo. Te vas a ver mucho mejor”. Que sí, que no, debatimos mutuamente y me convenció. Me levanté de la mesa y partí rauda hacia la pelu. Mi coiffeur catalán me preguntó qué corte quería o tenía pensado. No había pensado nada. Le dije que me ponía en sus manos maestras, que confío en él, que lo que él me hiciera seguro que iba a estar bien.
Mientras trabajaba en mi cabeza, con su marcado acento español que tanto tanto me gusta, me decía que mi cabello ya no volverá a ser el mismo que fue porque la aparición de las canas lo va endureciendo. Le conté que se me está cayendo bastante y que a este paso terminaré pelada. El dijo que eso sucede por stress y que no me preocupe, que cuando me serene renacerá.
Conversamos bastante. Salí contenta del salón. Ahora con flequillo, con el largo que desapareció entre el filo de las tijeras y con este corto cuadrado que parece que me sienta bien porque enmarca mejor y permite que se me vea más el rostro. Me siento una persona nueva.

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viernes, abril 06, 2007

Balance de este primer trimestre 2007

1.- Ratio Laboral: 50% estoy conforme: a) por el hecho de tener un trabajo (que acá no es tan sencillo y ya una puede considerarse afortunada por el simple hecho de estar trabajando), b) por trabajar en algo que me gusta. 50% estoy desconforme y siento el dolor por la injusticia: a) porque mi sueldo no es lo que debería ser. b) porque el trato humano que brindan en la empresa es casi nulo, el carácter cambiante de mi jefe y sus malos humores no son de mi agrado y porque no existe el reconocimiento que debería existir en cuanto al esfuerzo y desempeño laboral. c) porque noto que, cuando me levanto cada día, no me dan las ganas necesarias para ir a la oficina. d) porque tengo todo el día ocupado y muy poco tiempo libre para mí.

2.- Ratio Personal: 75% me siento bien conmigo y eso me parece fundamental: sentirse bien con una misma, aceptarse con virtudes y defectos. También estoy aprendiendo a conocerme interior y espiritualmente cada día más y eso me hace sentir cada día un poco mejor: el autoconocimiento. He aprendido a discernir todas aquellas relaciones que me hacen bien de aquellas otras que son nocivas y ese ha sido un paso importante para avanzar. 25% me siento mal porque mis amistades se han ido diluyendo en el tiempo y, hoy por hoy, no existen. Me gustaría mucho que esto no fuera así porque todos necesitamos a alguien con quien tener un vínculo abierto y honesto. Esto acentúa el peso de la soledad. La interacción con los bloguers me ayuda a sentirme mejor y a levantar el ánimo. Los blogueros/as me hacen sentir muy bien. Considero que he tenido suerte ya que he dado con personas muy interesantes en la blogósfera.

3.- Ratio Amoroso: 0% ya que, actualmente, no hay nadie en mi vida. La persona que me interesó algún día, verdaderamente, está del otro lado del océano y ya ni siquiera debe acordarse de mi existencia. Sólo he conocido a una persona que podría llegar a ser interesante pero… ni siquiera lo sabe. Y habría que conocerse mejor, cosa que veo poco probable.

4.- Ratio Familiar: 80% me siento bien porque tengo excelente relación con mi familia más próxima. 20% no tan bien ya que me gustaría tener vínculos más estrechos con el resto de los familiares. En algunos casos por cuestiones de distancias y lejanías y, en otros casos, por falta de interés por mucha cercanía que exista.

5.- Combined Ratio:

Resultados favorables: 51.25 %
Resultados desfavorables: 23.75%

(idea original de este post tomado de uno escrito por Blueyes y escrito con su permiso)

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domingo, abril 01, 2007

Abriendo la Biblia

Hace un tiempo, un antiguo conocido me dijo que en los momentos en los cuales no supiera qué hacer o qué ruta tomar o me sintiera perdida, o me preguntara el por qué de la adversidad, tomase la Biblia entre mis manos y -sin mirar - la abriese en cualquier página. Que donde se abriese y donde mi dedo índice señalara, allí leyera. Eso he hecho hoy.

Baruc, Carta de Jeremías, versículo 50

Porque siendo, como son, cosa de madera, dorados y plateados, conocerán finalmente todas las naciones y reyes que son un engaño; reconocerán que no son dioses, sino obra de las manos de los hombres, y que nada hacen en prueba de que son dioses.

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De la alteración a la serenidad

Semana de difíciles episodios laborales que me sobrepasaron. El miércoles a la tarde tuve que escuchar un monólogo de mi jefe que me hizo demasiado mal. Si bien puedo darme cuenta de que el hombre está desequilibrado, eso no quita que me haya afectado. Pasé toda esa noche nerviosa y en vela, no dormí nada. El jueves a la mañana temprano el tipo se fue a Europa por unos días así que me quedé en ascuas. Aunque si no se hubiera ido, tal vez hubiese sido peor. Así, al menos, me dio unos días de respiro para tranquilizarme y asimilar el mal trago. El jueves pasé la siguiente noche sin dormir también pero, esta vez, tomé la madrugada de insomnio como algo productivo y, en lugar de sentirme nerviosa, hice todo lo posible por relajar cuerpo, mente y espíritu y casi lo logré por completo. Es decir: me mantuve despierta, sí, pero relajada y pensando en frío para obtener mayor serenidad y alejar un poco las preocupaciones.
Por otra parte, me sirvió bastante poder hablar con
Atanasio. Tomé un café con él y fue a la única persona a la que le conté el problema laboral. Me dio un par de ideas sabias y obtuve un punto de vista de alguien que podía ver los acontecimientos de manera objetiva, no como yo que soy la involucrada.
Esos días no fui al
café nuevo porque no me sentía en condiciones de estar en él, ni de hablar con Leonor de bueyes perdidos y tampoco quería contarle a nadie mis problemas así que me mantuve al margen. El hombre del fernet con coca-cola -que me vio de pasada- me preguntó qué tenía y le dije que me sentía mal. Nada más. Hablamos, brevemente, de las relaciones cotidianas de las personas que estamos acostumbradas a encontrarnos todos los días a la misma hora en el mismo lugar, de la inquietud que produce el hecho de notar que un día alguno de nosotros falta, el darse cuenta que el otro no está bien o que pudo haberle pasado algo, en fin... Apenas eso.
Ayer viernes, a la noche, tenía que encontrarme con una vieja conocida llamada A. Hacía cerca de dos años que no nos veíamos, por más que estamos en contacto, prácticamente, diario. Ya habíamos quedado en reunirnos ayer y cumplí con la cita después que terminó la maldita lluvia torrencial. Ella no vive cerca y tuvo que hacer un viaje bastante largo para venir a encontrarse conmigo. Me pareció bastante injusto decirle que lo cancelábamos. A. está casada, tiene tres hijos y mucha familia pero tiene sordera desde la infancia. Estaba muy animada para encontrarse conmigo, para mostrarme su nuevo aparatito (no se el nombre técnico) con el cual oye mil veces mejor que hace dos años atrás, la última vez que la vi. Ella ignora estos problemas laborales que se me presentaron y mi estado de ánimo. Tampoco le dije nada porque era más importante escucharla a ella con esta nueva alegría de tener mejor audición.
Nos encontramos en el café nuevo. Estábamos sentadas allí tomando y cenando algo cuando llegó Leonor. Después de varios días sin verme, se acercó a mi mesa para saludarme. Intercambiamos un par de palabras y la invité a sentarse con A. y conmigo porque no había ningún secreto o nada que ella no pudiera escuchar. Sólo nos juntamos para hablar del tema auditivo. Muy prudente L no aceptó y se sentó sola en otra mesa. Le presté una revista para que se entretuviera mientras yo conversaba con A. Se fue antes que nosotras y regresó a mi mesa para decir que se iba, devolverme la revista que le regalé a A. y saludar. Intercambió unas palabras con A. (le expliqué que era sorda pero se entendieron) y antes de que se fuera le pregunté si pensaba regresar alguno de estos días del fin de semana largo. Me respondió con evasivas, que no, que no sabía, que no creía... Partió. Seguí sentada conversando con A. y, después que salimos de allí, nos fuimos a un segundo café hasta que nos separamos cuando eran cerca de las dos de la madrugada.
Todo este cambio de hábitos me hizo "olvidar" de mi problema. Fue como respirar aires nuevos. Un encuentro con una persona que hacía tanto tiempo que no veía y para conversar de temas que están tan alejados de mi preocupación me hizo muy bien. Me hizo bien ver bien a A. y creo que ella anoche, aún ignorándolo, me contagió mucho del entusiasmo que traía.
Esta tarde regresé al café nuevo y L. estaba sentada allí. Conversamos poquitos minutos porque ella se estaba yendo. Preguntó por "la amiga sorda". Suerte que no preguntó por mí.

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