domingo, diciembre 17, 2006

Desempolvando papeles

Revisando cajones, carpetas, papeles encontré este texto:

Recorriendo Buenos Aires

Mañana temprano en Buenos Aires, esta ciudad que conozco tanto, en la cual siempre sentí confianza. El primer café con medialunas de manteca o el primer mate tibicieto al despertar. Esa sensación de angustia alienante que me causaba el microcentro en el pasado. Tanto cemento, tantos autos, tanta gente, tanta prisa y tanto ruido: Buenos Aires obligado. Esa necesidad del verde de los árboles, de gente que camine sin correr, de cruzar las calles sin apretar el paso, de ver algún rostro conocido en el diario caminar. El barrio certero es Palermo: Buenos Aires elegido, mi calle angosta y silenciosa, sitio inmejorable para no sentirse encorsetado. La ciudad amanece con otros ojos, en trinos suaves de pájaros llamando a mi ventana.
Soy parte del paisaje: isla apacible en medio de un mar picado.
Taxis libres por las calles, por mi calle, sobre Av. Santa Fe o sobre cualquier otra calle. Los taxistas no leen los diarios, se informan con la gente, saltan con asombrosa facilidad de temas políticos a la selección de fútbol, miran más en dirección a los pasajeros que llevan detrás que a la calle que tienen delante, saludan a otros taxistas con una mano al tiempo que revuelven papeles con la otra. La ciudad no sería la misma sin ellos: inefables filósofos callejeros.
El porteño, en general, ha visto tanta miseria que ya no le choca ver por las noches al cartonero que avanza con su carrito y la pila de cartones de tres metros de altura en demostración de equilibrio. El que no vive la realidad argentina toca de oído como un instrumento desafinado.
Buenos Aires, especie de magneto, que se devora mis sentidos. Años '70 cuando aún se podía viajar en tren desde Once, Retiro o Constitución, de la estación al centro ir a pie. En los '80, caminar por Barracas a la hora en que brilla el sol más fuerte. En los '90 salir de un Musimundo en Lavalle e ir andando hasta el Obelisco. Ahora, ante la imágen de una nena de trece años dándole el pecho a su bebé en la boca de un subte, es difícil dar vuelta la cara.
Muchas visitas a los cafés céntricos, tomar algo en El Tortoni con sus paredes decoradas con fotos de antiguos famosos. El centro está más feo ahora de noche. Entrar a los shoppings o ver un espectáculo sobre la Av. Corrientes, recorrer librerías o casas de música, la alegría de tener estanterías completas dedicadas a Cortázar o a Borges, pasear por Belgrano y cenar en algún restaurante interesante en Puerto Madero, buena comida, excelente atención, magnífica vista pero caro. Vinerías sensacionales, verdaderos hallazgos.
Noche tarde y madrugada es Buenos Aires. Es maravilloso vivir tranquila en ella. Es hermosa y estoy prendada.

Buenos Aires, 24 de Julio de 2004

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2 Comentarios:

Blogger MARIA DEL NORTE dijo...

"Mi Bs.As. querido, cuando yo te vuelva a ver" dice la canción.
Y es que Bs.As. es un lugar hermoso, ciudad de tantos matices, que tan bien detallas ...
Un ciudad que despierta amores y odios por igual. Pero nunca indiferencia.
Es una ciudad muy sensual, donde mujeres hermosas y hombres atractivos pueden recrear la vista de cualquiera que quiera admirarl@s, alli, caminando diariamente presurosos al trabajo.
Bs.As. ofrece variadísimas alternativas culturales, de esparcimiento y de compras. Es disfrutada por el propio citadino, y por el ávido turista que se asombra de ver opciones para todos los gustos.
Rose, porteña hasta la médula, verdad? :)

17 de diciembre de 2006, 8:17 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

María Es muy cierto. Buenos Aires es una ciudad tan grande y con tantos pero tantos matices como barrios y gente. Hay que saberla mirar, intentar ver lo bueno o lindo de ella y no la parte mala.
No tanto como porteña hasta la médula pero a veces me detengo, con calma, y me gusta contemplar los barrios.

18 de diciembre de 2006, 10:18 a. m.  

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