viernes, febrero 16, 2007

La vuelta por Belgrano

Hacía tres días que tenía que haber ido por Belgrano. Mi médico está de viaje y dejó un reemplazante y yo ¡sin mis Sanax de cada noche! Llamé por teléfono al reemplazante este miércoles pasado y me dijo que fuese esa misma tarde a buscar una receta. No fui. Ayer tampoco. Hoy, al salir de trabajar, fui directamente; si me pongo a dar vueltas o a caminar o pensar qué hago o qué no hago no voy.
Fui al consultorio y el doc no estaba así es que no conseguí la receta que fui a buscar. Volveré el lunes. Pero, ya lo había tomado como un paseo, una vuelta al barrio de Belgrano que hacía tanto tiempo que no recorría. Y caminé por sus calles laterales (las que cruzan Cabildo, digo), también por la avenida, miré vidrieras y di vueltas sin apuro... hasta que llegué a la conocida esquina, aquella que hace tiempo no frecuentaba. Y doblé por una de las paralelas a Cabildo, en dirección a "la parrillita". La parrillita es un sucucho feo, chiquito, de esos lugares donde se come en el mostrador, sin mesas, no es un lugar que llame la atención -al verlo desde afuera - para entrar. Sin embargo, en ese lugar pasé días excelentes. Noches excelentes, mejor dicho, cuando íbamos varios a cenar todas las noches. Era lindo, agradable, me trajo tantos recuerdos... No volví más por allí. Hasta hoy. Y pasé por aquella calle, caminando lentamente, buscando ese lugar semi escondido a las luces de Belgrano. Había tres hombres sentados en la puerta y me detuve a mirar pero no estaba segura y seguí. Ni bien avancé unos pasos, uno de los hombres - el dueño- me gritó: "¡Tengo cerrado por vacaciones!". Me di vuelta y lo reconocí. Me reconoció. Nos saludamos. Tenía su negocio cerrado, lo está pintando. Le pregunté: "¿pero no me dice que está cerrado por vacaciones?" Me mira y me sonríe: "Y bueno, ¡no me ve! - me dice relajándose en su silla plástica - ¡esto para mí son vacaciones!". Conversamos un rato. Me recordaba perfectamente. ¡En cuanto la vi pararse la reconocí! - dijo. Recordaba a las personas que me acompañaban cada noche. Hablamos de ellos, recordamos levemente aquellas épocas. Casi cuatro años atrás. Nos miramos a los ojos. Sus ojos me preguntaban aquello que no preguntaban sus palabras. Mis ojos también. Me invitó a volver. Abre en marzo. Tal vez alguna noche vuelva. Seguramente, no. Pero, me hizo bien pasar por allí.
Recorrer aquellas calles, aquel barrio, aquel negocio "la parrillita" donde hacían "la carne más tierna de la ciudad".
(Además, no hubiera podido comer carne. Se me caen las lágrimas por el dolor del diente que aún está sin arreglar. Que alguien me explique por qué lo dolores de dientes o muelas atacan de noche).
Tomé el subte, en aquella estación, después de tanto tiempo y regresé a casa.
Esta noche miraré: "En busca del destino".

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sábado, febrero 10, 2007

Sábado de películas y cansancio acumulado.

Foto propiedad de El Cuarto Oscuro

Así me sentí ayer viernes a la noche. Exactamente, así me visualicé. Desnuda en cuerpo y alma, agotada de cansancio. Esta mañana y en el transcurso del día, mucho sueño atrasado, dolores musculares, profundas ganas de dormir, de no hacer nada.
Me tomé el día para mí. Me dediqué a bajar películas, muchas, que guardaré para ir mirando en la medida que vaya pudiendo. Algunas de Almodóvar: Todo sobre mi madre, Laberinto de pasiones, La flor de mi secreto, Carne Trémula, Mujeres al borde de un ataque de nervios. Otras geniales como Babel, Mar Adentro, El Ilusionista y otras como En busca del destino, La huella del silencio, Siddhartha, El diablo viste de moda (que en realidad se llama El diablo viste de Prada), El Código Da Vinci (hmmm, tengo mis dudas), 21 gramos y varias partes de la serie The L-Word. Creo que estoy, medianamente, provista de películas por unos días.
A la tardecita, cuando bajó el sol, comenzó a correr un poco de viento así que salí a la calle y conversé con algunos vecinos que conozco desde siempre. Pasé un par de horas entretenidas, conversando con ellos. Hacía bastante tiempo que no lo hacía y me sentí bien. Bien de estar en casa, en mi barrio, con la gente conocida.
Trabajo, sí. Me traje trabajo a casa también. De a poco, me estoy readaptando a la vida cotidiana.
El jueves tuve larga conversación con mi jefe para armar las notas que me pidió que arme. Le dije:

- Ok, perfecto, yo las hago en casa. Ahora, expliqueme bien qué es lo que quiere hacer.

Me respondió:

- Yo nunca se lo que quiero hacer. Voy haciendo y veo cómo va saliendo, si me gusta o no, sobre la marcha. Nunca se lo que quiero.

Con estas instrucciones, no demasiado precisas, me traje el trabajo para hacer a casa. Algo va a salir entre la imaginación y la creatividad, que es lo que pongo en la tarea. Pero, quedará para mañana. En este momento, mi cuerpo grita que está dolorido (dolores musculares) así que a tomar agua fría, fumar un cigarrillo tranquilamente y reposar en la quietud de esta madrugada fresca de verano.

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domingo, febrero 04, 2007

El bajón

No quiero. Madrugar mañana para volver a trabajar. No quiero abandonar estos días para retomar la rutina. Fea sensación interior. Me caí de repente.

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Último día de vacaciones y temporal cordobés

Otra vez en casa sana y salva. Disfrutando del placer de no hacer nada del último día de vacaciones y descansando del viaje serrano.
Y efectivamente, Córdoba me esperó
con sus lluvias torrenciales y sus mismas prohibiciones de fumar.
En el viaje de ida, me tocó una compañera de asiento muy especial. Cordobesa y poco favorecida por la naturaleza pero hiper conversadora así que no me quedó más opción que escuchar el relato de su vida completa hasta que se durmió. Y garantizo que la señora hizo lo posible y lo imposible para enterarse de la historia de mi vida a su vez, aunque admito que no tuvo éxito. Lo dramático del caso es que cuando se durmió no se le ocurrió mejor idea que clavar con todas las fuerzas su codo en mis costillas. ¡Ay Señor! Después, afortunadamente, cambió de posición y ya directamente clavó su codo en mi hombro. La señora ni enterada de la situación. Eso sí, muy atenta a todos los detalles dispuso cómo sería nuestra llegada, a qué hora tomaríamos el café de la mañana al llegar y en qué banco nos sentaríamos a fumar el primer cigarrillo al bajar del ómnibus. Trabajadora de Defensa Civil se preocupaba por el bienestar del prójimo. Me dejó su número telefónico porque estaba segurísima de que yo lo iba a necesitar ¿?
Finalmente, llego a destino y me encuentro con la mayoría de los negocios de la zona, que no son demasiados, cerrados por vacaciones. En fin... a luchar para encontrar otros.
Todas las mañanas me despertaba al alba gracias al kikiriquikiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii de los gallos y al vecino de la casa de al lado. Parece ser un señor muy pulcro, limpio y ordenado así que se levanta entre las 3:30 y las 4 a.m. para baldear, lavar el frente de su casa y cortar la ligustrina mientras pone cumbias a todo volumen. ¡Tranquila la zona!
Tomaba mate (sin peperina porque no encontré) rodeada por el perro, las cinco gatas, los pollos, gallos, gallinas, colibríes, moscas y avispas. Al aire libre, birome y papel en mano y escribía. Por suerte, sí pude dedicar mis días a la escritura. A pesar de que del otro lado del terreno, un carpintero serruchaba madera de sol a sol. Esto de sol a sol es metafórico porque mejor ni hablar de las lluvias. Menos mal que lo bueno que tiene Córdoba es que llueve cinco minutos y sale el sol. Despeja rápido y eso ayuda.
Me atacó una contractura cervical fuertísima así que, para contribuir con el Diclofenac a que se me pasara, decidí lanzarme a caminar como 50.000 cuadras hasta llegar a Villa Allende. ¡Ahí sí que lo pasé hermoso! Un día espectacular, un paseo espectacular, una noche espectacular: fresca e iluminada por la brillante luna llena. Todo paz. Es linda ciudad Villa Allende, cada vez que voy me gusta más. Por el camino, tanto de ida como de vuelta, me fui cruzando con varios vecinos de los alrededores que ya me conocen así que me detuve a conversar con cada uno de ellos y enseguida me puse al tanto de las novedades barriales. Además, conseguí los quesos de cabra que buscaba para traer.
Pero, un acontecimiento digno de mencionar fue el cafecito compartido con
La Mitómana. Mitómana, habiendo hecho un hueco en su falta de tiempo laboral y Rosa Roja con tiempo libre en vacaciones, tomando un café sentadas en una mesita de las de afuera, obviamente, para poder fumar. Lo gracioso fue que al llegar al lugar Rosa Roja, que llevaba una blusita con rosas rojas para poder ser distinguida sin inconvenientes, buscaba a la mitómana que había creado en su imaginación - es decir a la abuelita de la mitómana - entonces, se dirige inmediatamente a una señora bastante mayor sentada sola en una mesa con un bastón a su lado y le pregunta si ella es la ella que ella suponía que era. La señora le dirige una mirada de muy pocos amigos y Rosa Roja se retira, tímidamente, al comprobar que había incursionado en un error. Afortunadamente, en el segundo intento de localización de personas da con la indicada. Y allí sí, pasan un gratísimo momento disfrutando de la paz, del aire libre y del café con cigarrillos. Mitómana y Rosa Roja hablan sin pausa y los mozos del lugar sobreviven al encuentro bloguero, lo cual nos indica que se trataba de hombres benévolos.
Ayer sábado por la mañana, muy lamentablemente, la paz se terminó cuando se desató el temporal en la ciudad y sus alrededores. Lluvia torrencial, rayos fulminantes, un adolescente muerto, celulares quemados, autos y negocios arrasados. Con semejante vendaval parecía que estaba en el fin del mundo. Aterrada y en shock frente a la tempestad desatada (nunca antes ningún temporal me había producido tanto miedo), me aferré a una cama de madera hasta que amainó, desconecté y apagué teléfonos y recé para que ese aluvión se detuviera. Se cortó la luz en la zona, se inundaron las calles pero logré abandonar el lugar y llegar a mi destino sana, salva y rozagante como una rosa roja, aunque pasada por agua y agotada de cansancio. Pero, feliz.

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