Primer día de vacaciones e historias de café
16:30 hs. ¡Comenzaron mis vacaciones! Salí de la oficina y las calles eran un mar. Pero, fui a un café. Me senté en las mesitas de afuera, debajo de una sombrilla ... con una cerveza de por medio - hasta que la lluvia se convirtió en diluvio y tuve que mudarme a las mesas de adentro. - Mire que no se puede fumar adentro - me dice la moza. ¡Como si yo no lo sufriera de memoria!
17: 15 hs. tenía turno con el dentista porque mi diente enfermo ya no da para más pero el diluvio sobre mi cabeza y el agua inundando mi cuerpo me hicieron desistir. Me iré de vacaciones con mi boca dolorida.
18:00 hs. En el bar del gallego. ¡Cómo se debe! Allí donde está el barrio que me conoce, que los conozco, que nos conocemos todos. Soy casi la única mujer. No tiene mesitas en la calle el gallego. No se puede fumar dentro de su bar, por supuesto. Algún día llegará... ¡No importa cuándo! Allí estaba porque era muy importante que estuviese. Que compartiera mi mesa con Atanasio, preocupado porque su médico le recetó vitaminas Polper B 12 en ampollas y yo explicándole que son muy pero muy buenas. No me creyó porque la caja de ampollas era muy grande y se fue al hospital, a averiguar, a cerciorarse, a sacarse la duda. Seguí sentada en la mesa, dentro del bar, con mi cerveza. La mujer del gallego me contó de Torres, el mecánico muerto el viernes pasado. Todos nos conocemos en ese bar. Ya lo dije otra vez, todos cuasi amigos, nos vemos todos los días, en el bar, nos cruzamos en las calles del barrio todo el tiempo. Seguido conversaba con el mecánico. Le arreglé el celular -cuando me llamó a su mesa y me lo pidió- el jueves pasado, un día antes de su muerte. Que está muerto desde el viernes pasado. Muerto y esperando en la morgue. Esperando como esperan los caballeros. Los hombres sí que son pacientes. Eso hay que reconocerlo. Todos estábamos consternados por su muerte, por la forma en que se produjo, tan de repente, pero más consternados estábamos pensando en la situación del mecánico: solo y frío en la morgue. Sin un perro que le ladre, esperando que pasen los días para que los estudiosos aprovechasen la oportunidad del abandono para estudiar sus vísceras, una vez cerciorados que nadie lo reclamaría. Los vecinos estábamos dispuestos a firmar para la morgue. El gallego quería cremarlo y tirar sus cenizas al mar. Algo mejor que el frío de la nada.
Ayer, la esposa del gallego me contó toda la historia. La esposa del gallego me invitó a un cortado doble, por primera vez, para hablar de los avatares de la muerte de las personas solas. Sentíamos todos los vecinos mucha tristeza. Pero, nada se podía hacer por un hombre que estuvo y estaba más que solo. Aunque muchos estamos solos y eso no es novedad. El, aún muerto, sólo podía esperar.
La mujer del gallego me dio la confortable noticia de que hoy parece que dio señales de vida su ex-mujer. La ex-mujer del mecánico, quiero decir. Del muerto a quien le reparé el teléfono el jueves y el viernes ya no lo necesitaría más. Ahora lo tiene la policía junto a todos sus petates. Parece que apareció la ex para darle una digna sepultura. Me tranquilizó. Pensar en alguien allí tirado... sin nadie que lo reclame no me dejaba para nada conforme.
Hombres solos que la sinrazón devora.
Atanasio sentado en mi mesa. Mirándome con pavura. Pavura por la muerte ajena, por la muerte propia, quizás, que piensa, imagina o teme cercana.
23:30 hs. A punto de irme a dormir. En casa. Córdoba me espera. Parece que con sus lluvias torrenciales y sus mismas prohibiciones de fumar.
Justo lo que necesito. ¡Paz!
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