Tres días feriados no estuvieron nada mal. Descanso, anhelado tesoro. El no hacer nada: ¡precioso! Eso sí me produce esa especie de "pequeña felicidad", sentirme cómoda y relajada.Nochebuena con cena familiar que se prolongó hasta las tres de la madrugada, horario en que se fueron todos.
Me sentí muy extraña pero tranquila de estar a solas conmigo, en el silencio de la noche ¡por fin! Me saqué la ropa y me puse otra de andar por casa bien cómoda, chinelas. Me encerré en la cocina. Agua bien fría, muchos vasos de agua fría, cigarrillos con
Alejandra Pizarnik en mis manos. Leí un rato largo -más de una hora - en silencio. Avancé bastante en la lectura de los
Diarios y
tomé notas en papel (no me gusta marcar los libros). Al cerrar el libro, vencida por el sueño,
me sobrevino una profunda angustia. Esa sensación de tristeza infinita (¿será depresión?). No se si me hizo bien leer a Pizarnik, precisamente, anoche, no se...
Me "vi" sola. Me "sentí" sola. Se muy bien que lo estoy. Y cuando digo sola quiero decir sola. Tengo a mis padres, a ellos sí. Son las únicas personas que tengo hoy. Nadie más. El resto del mundo está "afuera" de mi persona. No hay nadie y eso lo se de memoria. Ni familiares que sientan ver-da-de-ra-men-te ese afecto fluído que hay que sentir, ni amigos o amigas. La familia sí está, pero es ese vínculo producto de lo que me surge llamar como "compromiso social", "el deber de visitar a.." porque es Nochebuena, porque se pasa la fiesta en casa, es la obligación del lazo sanguíneo que nos une, nada más. Pero no se si hubiesen venido por voluntad propia. No lo creo. No se.
Y amistades, nadie, ninguna. Es triste, sí, pero es.El teléfono no sonó. Es decir, sonar sonó muchas veces, pero para saludar a mis padres. Todos los que llamaron les preguntaron por mí, pero como obligatorio, como parte de una conversación teléfonica, cortesía o cordialidad.
Pero cuando digo que el teléfono no sonó me refiero a que no hubo una sola persona que pusiera sus dedos en el aparato y discara mi número para hablar conmigo, para saludarme a mí. Nadie, nadie.Excepto C. Ella sí llamo. Fue curioso. La noche anterior soñé con ella. No recuerdo qué soñé. Vagamente, me parece recordar que soñaba con episodios que atravesamos juntas, vivencias que compartimos pero no podría asegurarlo, no recuerdo el sueño. Estábamos en medio del festejo y yo estaba alejada, fumando un cigarrillo, mientras pensaba en lo que estaba diciendo hace un momento:
"nadie me llamó, no le importo absolutamente a nadie, estoy sola, nadie me recuerda, no cuento con nadie. Y "en el colmo de los nadies" ni siquiera C. que llama siempre, cada año, cada Nochebuena, ni siquiera ella..." En ese preciso instante sonó el teléfono y era ella. A la 1:25 de la madrugada. Hablamos cinco minutos. Me saludó. Fue breve y cordial. Le dije:
"sigo en Córdoba". Por supuesto, lo entiende así. Que cuándo regreso a Buenos Aires, que cuándo nos veremos.
La semana próxima -respondí. Que si la llamo, pregunté. Que sí, que le hable, que nos vemos. Que no sabe qué hacer con su vida, eso me lo repitió tres veces, por lo menos, que está "vagando" y que no sabe qué hacer. Que un beso. Cortamos.
Sentí una "pequeña alegría", sí, por un instante "gran alegría".¡Me llamó! Pero... esa alegría fue breve y contradictoria. Por un lado, el contento por su llamada, por otro lado el hecho de que nos vamos a volver a ver la semana próxima después de casi un año. Si la llamo, claro. Creo que la voy a llamar. Pero, eso tampoco me convence del todo.
Se que estaría bien vernos un rato, compartir unas horas, un día. Hace tantos años que nos conocemos que ya se cómo es todo. Pero, también se que vernos no va a ser lo más conveniente para mí... lo tengo claro. Se que deberé "remar la situación", que por momentos será muy agradable, intensamente agradable, pero que en otros momentos la situación se pondrá tensa, muy dura, eso también lo se. Verla: sí por un lado, no por el otro.
Me fui a dormir. Estaba profundamente cansada. El sueño me vencía. Dormí hasta el mediodía.
¡Qué bien me hace dormir! Me siento tan agotada, tan sin fuerzas que eso es lo que me hace pensar que no será buena idea verla porque, para cuando llegue el momento de discutir o de los reproches, yo estaré muy agotada para responder. Y perderé un dia de sueño y de descanso y no se si me conviene. Todo está mezclado: me gustaría verla por un rato pero tengo muy claro que lo mejor de todo sería que no la viera.
Navidad. Después de almorzar seguí leyendo más de los Diarios de Pizarnik.
Me sobrevino la angustia, el darme cuenta de que estoy inmersa en la soledad. No de pareja sino de seres humanos, de afectos en general. Angustia profunda. Me tiré en la cama y no pude dormir siesta pero descansé cuerpo y mente.Me desperté y pensé que no debo pensar tanto porque pensar demasiado me hace mal. A veces me pregunto por qué pienso tanto si la gente común no le da tantas vueltas a las cosas en la cabeza. Mejor no pensar.
Pero, me siento tan agotada y tan sin fuerzas y tan sin tiempo que sólo me gustaría dedicarme a dormir, a descansar, a andar cómoda por casa, a no hacer nada y me pone de malhumor tener que salir a la calle a encontrarme con gente, salir a trabajar obligatoriamente llueve, truene o relampaguee, me guste o no. ¡Y mi eterna falta de tiempo! Eso me desespera.Fue extraña la Navidad. Entre la tristeza-angustia, el sueño, la sensación de soledad, el miedo de verla, el poco diálogo familiar, no se... No fue el clima ideal. Menos mal que sobre el final del día las cosas cambiaron, hubo más conversación, mejor clima, hasta risas y ese pequeño detalle me alegró el día.
Ahora a dormir porque mañana vuelvo a la rutina, al trabajo, a madrugar, a la impiedad de la vida cotidiana y
el tiempo se me vuela.Etiquetas: Journal du foyer des yeux