domingo, marzo 25, 2007

Soledad

(esta foto es propiedad de MaPeV)


Comprender que estoy sola. Saber que, excepto mi familia más próxima (ellos sí), no hay nadie. Absolutamente nadie. Pero, comprenderlo de verdad.
Darse cuenta.
Saber que hasta las amistades se han desvanecido con el tiempo y que, hoy por hoy, no queda nadie.
Reconocer esto, desde las entrañas del corazón, es:

  • conocerme mejor íntimamente
  • saber dónde estoy plantada
  • ir hasta la esencia de las cosas
  • descubrir el motivo de la mayoría de mis actos
  • y el por qué de los sentimientos que me invaden.


(escuchando "Bambino nel tempo" y"L'Equilibrista", Calma Apparente, Eros Ramazzotti)

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miércoles, marzo 21, 2007

Me animé y se lo dije porque...

Es que suelo frecuentar el café nuevo del que hablaba antes. Y esta mujer, Leonor (así me dijo que se llama) va casi todas las tardecitas/noches y se sienta a mi mesa y no pregunta si puede, si estoy de acuerdo, se sienta sin más, y lo da por hecho y cena conmigo y habla de cosas intrascendentes y no tanto pero... Yo intento que el hombre del fernet con Cola intervenga, que converse con nosotras, que intercambiemos diálogo pero a ella no parece importarle demasiado, es más: parece que estuviera deseando que él nos deje a solas. Y hoy se fue al quiosco y compró cigarrillos para las dos y, además, me regaló un alfajor Guaymallén y.... y me pareció deshonesto no decirle. No decirle. Le pregunté si tenía pareja; ya se lo había preguntado antes y su respuesta es "¿y eso qué es?". El sábado a la tarde, hablando de bueyes perdidos, me contaba que lava ropa en el hotel en el cual trabaja, que acomoda las habitaciones, etc. Hoy le pregunté por unas ojotas que llevaba puestas, me dijo que se las olvidó una clienta y que justo eran su número. El sábado durante el café compartido y su comentario de trabajo y de arreglo de habitaciones, mientras hablaba, mencionó que le gustaba arreglar habitaciones y poner esto y aquello y lo otro, y en lo otro incluyó "preservativos". Intuí que trabaja en un albergue transitorio y también adiviné en cual. No es tan difícil darse cuenta en mi barrio. Esta noche, me armé de valor y le dije que si alguna vez me ve entrar (casi nunca, hace más de un año)... ¡No te conozco, nunca nos vimos! - respondió ella. Pero, me atreví. La primera vez que me atrevo con una desconocida y se lo dije: que la última vez que entré allí, allá lejos y hace tiempo, fue acompañada por otra mujer. No se qué pudo pensar. Dijo que a ella no le importa, que está acostumbrada a ver de todo. Pero, en mi caso, fue la primera vez que dije las cosas de frente. Tampoco se muy bien por qué lo hice. Por qué se lo conté. Sentí que me sacaba un peso de encima. Tal vez el vaso de cerveza cooperó.

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sábado, marzo 17, 2007

En el nuevo café

Buscando otros rumbos para sentarme en mesitas sección "fumadores", estuve inspeccionando nuevos cafés. Encontré uno en el que, si bien está prohibido fumar adentro, sí se puede fumar en las mesas de afuera, mesitas con sombrillas en las que no discriminan a nadie por tener un cigarrillo encendido. Hasta el mozo sale a fumar.
Comencé a ir porque me gustó el ambiente. Me sentí cómoda. Como suelo ir siempre a la misma hora, la gente que está allí sentada alrededor, en general, es la misma. No hay demasiada variedad de rostros. Eso me hace sentir algo más segura ¿?.
No se cómo fue que un día comencé a conversar con un hombre. Un hombre mayor, algo desdentado, que siempre toma un vaso de fernet (puajj!) con Coca-Cola. Se sienta en una mesa frente a la mía. Solemos hablar de mesa a mesa, intercambiamos algunas palabras, no tantas, no tan pocas. Pero, también apareció una mujer que un día se sentó a mi mesa y, vaya a saber por qué extraña razón, después continuó sentándose. Ella va a almorzar, a cenar o a tomar café. Llega y si estoy se sienta conmigo. Me dijo que se llama
Leonor y que es mucama de hotel. No tengo idea si será verdad o no pero debe serlo porque la mayoría de la gente que pasa la saluda, la deben conocer de la zona. Hablamos de enfermedades, de operaciones, de días de descanso, de su hijo, de su nieto, su trabajo, el gimnasio, las comidas sanas, en fin... temas sin importancia.
El martes pasado estuve en ese café. Ella no estaba. Estuve hablando con el hombre "del fernet con cola" un rato largo y me fui. Después no volví más hasta ayer viernes porque estuve con un ataque de cervicalgia aguda que no me permitió ningún paseo. Gracias que no falté a trabajar y, después, del trabajo a casa y viceversa y en el tiempo libre a reposar los huesos.
Regresé ayer a la noche al café. El hombre, en cuanto me vio, se acercó a mi mesa preocupado para averiguar qué me había pasado todos esos días. Le expliqué, le conté lo de la cervicalgia, el dolor, el resposo. Me dijo que tanto él como la señora estaban muy preocupados por mi ausencia, que él le preguntó a ella, que ella le preguntó a él y que estaban ambos muy intranquilos porque no sabían nada de mí. Un rato más tarde llegó ella que fue a cenar. Obviamente y sin consultar, se sentó en mi mesa. Como dado por hecho. Se alegró de verme y me contó lo mismo que me contó él: que estaban los dos muy preocupados por los días que falté. Que se preguntaron mutuamente por mí porque: "Los que sabemos que estamos solos, es normal que nos preocupemos". - concluyó.

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domingo, marzo 11, 2007

La necesidad de respirar arte

Ayer regresó mi necesidad de escribir. Siento internamente: la necesidad de acomodar letras para armar algo. Hay épocas en las que la gran ciudad devora mis días con sus exigencias y esas ganas de hacer se adormecen pero, afortunadamente, llega el día en el cual esa necesidad estalla a gritos como una explosión interior.
Si me pongo a pensar en el día a día, no encuentro ni un minuto para perder. Si lo pienso desde el alma ese perder se transforma en ganar. Hacía mucho que no reflexionaba sobre el tema porque las actividades cotidianas me superan. Que el trabajo, que las relaciones laborales, que la lucha por lo que me corresponde, que la falta de tiempo crónica, que las pocas horas libres fuera de la oficina, que correr para renovar el pasaporte para poder viajar a USA y no llegar con los tiempos porque me lo entregaron tarde y perder el viaje (aunque estoy más contenta de haberme quedado acá), que, que y que.... hasta el infinito.
El sábado pasado vi la peli Mar Adentro y me encantó. Triste pero hermosa. Ahora estoy detrás del libro Cartas desde el infierno. Y pensé que si un hombre que no se puede mover y que nada le interesa en la vida (el protagonista) pudo escribir tanto como escribió significa que el arte tiene un sentido.
Pero el jueves, conversando con un compañero de oficina, hablábamos de pintura y dibujo ya que él se dedica a hacer retratos a lápiz en sus momentos libres. Porque me despeja el cerebro - decía él - cuando dibujo vuelo y no me acuerdo de nada. ¡Qué lindo sería poder vivir del arte! Y sentí que tenía razón, que no había que descuidar la veta artística. Ayer sábado a la tarde fui a ver su muestra, la suya y la de algunos otros más porque era una muestra colectiva. Y volví a sentir que tenía razón. Al salir de la muestra, comencé a caminar en medio del gentío, rodeada de artesanos y me asaltaron las ganas de sentarme frente a
la hoja en blanco.

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