Buscando otros rumbos para sentarme en mesitas sección "fumadores", estuve inspeccionando nuevos cafés. Encontré uno en el que, si bien está prohibido fumar adentro, sí se puede fumar en las mesas de afuera, mesitas con sombrillas en las que no discriminan a nadie por tener un cigarrillo encendido. Hasta el mozo sale a fumar.
Comencé a ir porque me gustó el ambiente. Me sentí cómoda. Como suelo ir siempre a la misma hora, la gente que está allí sentada alrededor, en general, es la misma. No hay demasiada variedad de rostros. Eso me hace sentir algo más segura ¿?.
No se cómo fue que un día comencé a conversar con un hombre. Un hombre mayor, algo desdentado, que siempre toma un vaso de fernet (puajj!) con Coca-Cola. Se sienta en una mesa frente a la mía. Solemos hablar de mesa a mesa, intercambiamos algunas palabras, no tantas, no tan pocas. Pero, también apareció una mujer que un día se sentó a mi mesa y, vaya a saber por qué extraña razón, después continuó sentándose. Ella va a almorzar, a cenar o a tomar café. Llega y si estoy se sienta conmigo. Me dijo que se llama Leonor y que es mucama de hotel. No tengo idea si será verdad o no pero debe serlo porque la mayoría de la gente que pasa la saluda, la deben conocer de la zona. Hablamos de enfermedades, de operaciones, de días de descanso, de su hijo, de su nieto, su trabajo, el gimnasio, las comidas sanas, en fin... temas sin importancia.
El martes pasado estuve en ese café. Ella no estaba. Estuve hablando con el hombre "del fernet con cola" un rato largo y me fui. Después no volví más hasta ayer viernes porque estuve con un ataque de cervicalgia aguda que no me permitió ningún paseo. Gracias que no falté a trabajar y, después, del trabajo a casa y viceversa y en el tiempo libre a reposar los huesos.
Regresé ayer a la noche al café. El hombre, en cuanto me vio, se acercó a mi mesa preocupado para averiguar qué me había pasado todos esos días. Le expliqué, le conté lo de la cervicalgia, el dolor, el resposo. Me dijo que tanto él como la señora estaban muy preocupados por mi ausencia, que él le preguntó a ella, que ella le preguntó a él y que estaban ambos muy intranquilos porque no sabían nada de mí. Un rato más tarde llegó ella que fue a cenar. Obviamente y sin consultar, se sentó en mi mesa. Como dado por hecho. Se alegró de verme y me contó lo mismo que me contó él: que estaban los dos muy preocupados por los días que falté. Que se preguntaron mutuamente por mí porque: "Los que sabemos que estamos solos, es normal que nos preocupemos". - concluyó.
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