¿Por qué?

Eso me pregunto. ¿Por qué todo del revés?
Trabajo, sí. Tengo trabajo y se que no es poca cosa en el país en el que vivimos. Pero, me agota. La falta de tiempo, cumplir los horarios estrictos, escuchar a personas con formas de ser complejas y cambiantes. Cumplir, cumplir y cumplir. Y la falta de tiempo para mí y el dinero contado porque el sueldo no es lo que debería ser. Eso me amarga. Y el viernes tuve que pedirles un préstamo. "Anticipo de sueldo" decía el papel que firmé. Ya no tengo un centavo porque todo fue para cubrir "parte" de las cuentas a pagar. Y esto sin contar que no me saco de la cabeza que se me vienen meses difíciles económicamente porque tengo que devolver el dinero que me anticiparon. Y trabajo y trabajo y trabajo y me pregunto ¿para qué? si no rinde como debería rendir.
Me olvido. Intento olvidarme. Salgo de la oficina y voy directo a pagar una de las deudas. Me subo a un taxi porque no llego a tiempo de otra manera. "No se puede fumar", me dice el taxista. Hmmm, no me gustó nada. ¡Mala onda!, pensé. Hacemos dos cuadras y, en un segundo, sin saber siquiera qué fue lo que pasó, se para el taxista a discutir con dos colectiveros que habían estacionado sus colectivos atrás y uno se había bajado para comenzar la pelea. Me bajo para irme. Una chica en un auto de al lado me dice que el taxista tenía razón. No se, no creo, pero me vuelvo a subir. Siguen peleando. Me agotan. Me bajo definitivamente, me da miedo, no quiero meterme en líos o tener que salir después de testigo de la pelea. Paro otro taxi, le digo el destino, el chofer me dice que se quiere ir a su casa, que no sigue. Me baja en la esquina siguiente. "Son dos pesos", me dice. Dos pesos por una cuadra me parece una locura. Le digo que no, bueno está bien con uno, rebaja y le pago. Menos mal que con el tercero llegué a destino sana y salva.
Me invitaron a pasar el fin de semana a una casa. Fui. Con la intención de pasarlo bien, entretenido, descansando, despejando el cerebro, mirando sólo verde y cielo, haciendo nada.
No a esos planes. Sábado tempranito por la mañana llega el jardinero para trabajar todo el día cortando pasto, ligustrina, remover la tierra, blablablabla. No estaba en mis planes el bendito jardinero, no. Aunque debo reconocer que tuvo algo muy bueno que fue haber puesto música clásica. Reconozco abiertamente que la disfruté. ¡Qué grande el jardinero! Llega la hora de almorzar (jardinero incluído) porotos al horno con capa de cebolla. No me gusta comer porotos y, mucho menos, con cebolla, encima un kilo, pero no importa porque no queda nada, se disuelve, me dicen. Almorzamos. Lo único, bastante agradable del día, fue que pude tomar sol después de comer. El día estaba precioso así que disfruté un rato del aire libre y del sol. A las cinco me dispuse a lavar la cocina. Tarea doméstica destinada para las mujeres, por supuesto. Eso parece. Debían ser dos platos locos pero no. Una parva de platos, sumados a los que estaban guardados sucios en la heladera, más la fuente, las copas, todo lo que hay para lavar después de un almuerzo de estos. ¡Y kilos de grasa, reDios! Evidentemente, no tengo vocación de ama de casa. Creo que es definitivo. Y lavar platos no me molesta. No digo que me guste, pero casi. Lo que no soporto es la cantidad de vajilla que tenía para lavar y tanta pero tanta grasa pegada y la cebolla por todos lados. Lo que no me gusta es lavar las fuentes, cuesta mucho desengrasarlas. Pero, terminé la labor doméstica. Leí unos minutos a Alejandra y me escapé a un cyber otros minutitos.
Regresé a la casa. Querían salir. Yo no tenía ganas de salir pero, no importa. "Había que salir, salir, salir". ¿Qué qué prefiero? ¿Cine, teatro, una función de un grupo coral, teatro acá, cine allá? ¡No, no quiero salir! Pero, no puedo decir que no quiero, así que salgo, salimos. Lo máximo que digo es que prefiero no ver ningún espéctaculo, que prefiero caminar, dar una vuelta por ahí cerca e ir a comer. Tengo hambre y es lógico. Eso de los porotos no le sirvió a mi estómago.
Caminamos. Querían ir a ver una función de teatro. Entramos al teatro y preguntaron sobre la función, a qué hora era, si era comedia, si era drama. Era drama, dijeron. Yo no tenía ganas de teatro, ni de comedias ni de dramas. Mi estómago seguía con hambre. Tampoco es cuestión de andar diciendo por ahí "tengo hambre" cuando los demás te dicen "la verdad, no tengo ganas de comer nada...". A contramano, pensé, y seguí caminando.
Para hacer tiempo (¡Ja, hacer tiempo yo! Insólito.) nos metimos en una iglesia. Para conocerla, para ver la misa que ya se estaba terminando. Conocer una iglesia nueva me gusta. No por la religión en sí sino por su arquitectura. Es lindo observarlas, observar los trabajos de sus paredes, los techos, los vitraux. Ok, de acuerdo. Seguimos caminando y damos la vuelta. Que es demasiado temprano y que quieren ver la obra de teatro. Me preguntan si yo quiero y digo que no, que no tengo ganas, que no me interesa, que no quiero. Parece que lo que yo quiero no importa. Mi cerebro no hacía más que pensar en el viernes, en el dinero que me adelantaron y que ya no tengo ni las monedas y que ahora debo y que noviembre va a ser muy difícil con el descuento que me harán y que diciembre más difícil todavía. Y dale con el teatro. Seguimos caminando y aparece una "Iglesia Adventista del Séptimo Día". ¡lamadrequelosparióatodosjuntos! Quieren entrar. ¡Rediosssssss! Yo no entro ni a patadas. Ok, si quieren entrar, entren, yo me quedo esperando en la vereda. Entran. Espero. Salen. Yo, al borde de un ataque de nervios, casi como la peli de Almodovar. ¡Que se quieren quedar! Sin palabras. Mi crisis de nervios explotó. ¿Se quieren quedar? ¡Quédense! Yo me voy. ¿A dónde? ¡A mi casa! Estaba bastante pero bastante lejos de mi casa y era de noche, pero lo dije igual. Con todo lo que tengo quehacer y pensar mirá si estoy yo para meterme a pelotudear con los adventistas.
Me dicen que soy estúpida, que sólo era una broma, que mirá que si van a entrar, que era chiste. Agggggggggg. ¡Pero cómo te calentás!, me dicen encima. "Mirá, si te voy a dejar sola o permitir que te vayas a tu casa y entrar, era un chiste". Honestamente, si fue un chiste (que, al final creo que lo era) fue de mal gusto. Seguimos caminando camino de regreso. Pasamos por la puerta del teatro, enfrente. Que si quiero ver teatro. ¡Que nooooooooo! Que querían ir al teatro más por mí, para pasear, para que no me aburra, que era porque me iba a venir bien a mí. Que no me interesa ir al teatro, eso no lo entendieron, parece. Nos sentamos en un umbral. Que alguien me explique qué carajos hice/hicimos quince minutos sentados en un umbral en la vereda de enfrente del teatro. Me sentía la persona más estúpida de la tierra. Se convencieron de que no quería teatro así que fuimos a una pizzería. ¡Por fin! Mi estómago comenzó a sentirse más contento. Yo no estaba contenta. Me dijeron que estas discordias habían sido provocadas por haber entrado a la iglesia porque entrar a la iglesia es yeta. En fin... Las supuestas bromas sobre la iglesia adventista continuaron en la pizzería. Ahora, me pregunto yo, si te estoy diciendo que no me interesa la iglesia adventista y que ni siquiera me interesa entrar ni conocer ni saber qué es lo que hacen o dejan de hacer ¿hay necesidad de seguir con la broma durante la cena también? No conozco a los adventistas, no se nada de ellos, ni si son buenos o malos, no me interesa tampoco. Mi cerebro está fijo en otra preocupación. Encima la loca soy yo que me caliento, que me enojo, que ¡pero qué nerviosa que sos, cómo te calentás!
Volvimos a la casa y a dormir, por fin, el ansiado reposo. No sin antes haberme quedado un ratito sola y en paz sentada en la mesa de la cocina avanzando en la lectura de Alejandra.
Duermo lo más tranquila que puedo gracias al infalible Sanax 1 mg que me recetó el doc. A las ocho de la mañana suena el teléfono y ya hubo que levantarse. Hace años luz que no me despierto un domingo a las ocho de la mañana. Tomé unos mates apurada y dije que quería venirme a mi casa. Me preguntaron veinte veces: pero, ¿y por qué? ¿y por qué? te haría mucho mejor quedarte acá. Y que soy muy nerviosa y que no tengo que calentarme por cosas que no tienen importancia y que y que y que...
Por supuesto, me vine. Me trajeron y me vine a home sweet home.
Ahora, soy yo la que se pregunta ¿por qué? ¿y por qué todo esto me pasa a mí?
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