Domingo de encuentro con Anónima
Ella siempre me hablaba de mesitas palermitanas, sector fumadores.
Y yo, en los últimos tiempos, sólo arreglo encuentros en lugares en los que se pueda fumar. No cedo. Entrar a un café en el que esté prohibido fumar debe ser como que te encierren en un calabozo, imagino.
Como este fin de semana - para mí - es largo (hoy no trabajo), aproveché para desestresarme un poco. Poquito porque mucho no alcanzo a lograrlo. Además, aunque me quedé en casa, trabajé bastante. Me volqué a la fotografía (¡cómo y cuánto me gustan las fotos!) y también porque quería aprender a usar bien el Photoshop. Ese programa es, a mi gusto, uno de los más completos para retocar fotos, para hacer trucos, para incentivar la imaginación y crear algo. Nunca tuve tiempo suficiente para dedicarle y aprender a usarlo bien. Quiero aprender porque se que vale la pena y sabiendo cómo funciona podré aprovechar al máximo sus herramientas y sacarle el jugo. Busqué un buen tutorial (terminó resultándome excelente) y practiqué durante todo el fin de semana. Hasta logré hacer un dibujito a lápiz y me sentí tan contenta como cuando aprendí el abc antes de entrar a primer grado.
Pero, volviendo a anónima, ayer domingo a la tardecita coordinamos lugar y hora. El lugar lo coordinó ella que, afortunadamente, parece que conoce todos los cafés y restaurantes para fumadores que hay en Buenos Aires.
Mientras que coordinábamos el encuentro, pensaba que por qué será que me meto yo en cosas tan extrañas como puede ser encontrarse con una desconocida, encima anónima (porque ni siquiera se su nombre) un domingo por la tarde. Tan tranquila y entusiasmada que estaba yo en casa, camisón y pantuflas luchando, cuerpo a cuerpo, con el Photoshop. ¿Y si no nos caemos bien?, pensé. ¡Ma sí, yo voy igual y pido un cafecito chico! Si veo que la cosa no va, busco alguna excusa y me voy enseguida. Porque, pienso: una cosa es el blog y el diálogo desde aquí y otra es hablar con la gente de la vida real. Para colmo, ella no tiene blog así que no la leo ni se nada de su vida... En fin, por ahí andaban mis cavilaciones cuando veo que se me viene la hora del encuentro y yo seguía en camisón. Me baño y me cambio la ropa en un abrir y cerrar de ojos. Salgo a la calle con todos los pelos parados porque hasta que el cabello no está bien seco no lo puedo domesticar.
Cuando llegué apurada al punto de encuentro me pasó lo que, supongo que es normal. sucede cuando una tiene que encontrarse con una desconocida: llego al lugar y camino para aquí y para allá, gasto la vereda de la esquina, doy vuelta por una calle y por la otra. Encima no me acordaba si habíamos quedado adentro o afuera. Miro afuera y no veo a nadie con las características de la anonima que yo tenía en mi mente. No se por qué la imaginaba una señora, mujer madura, bastante gordita, morocha, con anteojos y con aspecto de docente. Recorro con la mirada todas las mujeres del café, de adentro y de afuera, y no visualizo ninguna con las características que llevaba en mi imaginación.
Gracias a Dios, ella me había dicho de qué color era su abrigo así es que comencé a buscar con la mirada mujeres con abrigos de ese color. La única persona que vi que llevara un abrigo de un color parecido, era una chica joven que estaba sentada sola en una de las mesitas de afuera. Pero, tampoco estaba segura de que fuera el color que anónima me había dicho. Me acerco un poco más a la mesa de esta chica para mirarle el abrigo más de cerca. El color se asemejaba a lo que podía ser pero tampoco estaba segura de que fuera el color que ella me había dicho. La chica, sentada en su mesita, parecía estar super tranquila hojeando un libro. Y yo ahí parada pensando qué hacer. ¿Cómo le voy a preguntar a esta chica si ella es la anónima? No llega a ser ella y me voy a sentir la más ridícula de la tierra. Entro al café para mirar si había alguien, en sector fumadores. Sólo había una señora que rondaba por los 80 o más. No, no creo que sea ella. Vuelvo a salir y la última opción era abordar a esta chica y ¡preguntarle! Me acerqué a su mesa y el típico: "¿vos sos....?", "Sí, y vos sos R.R.". Uf, ¡qué alivio! ¡Era ella!
Una mina fantástica. Nada que ver con la imagen que yo me había inventado en el cerebro. Joven, linda, delgada, una chica "fashion" pero "fashion pensante" de las que me caen bien. Para nada hueca. Lo que yo llamaría una mina "très très chic". Y es una persona de ¡las habladoras! ¡Qué suerte! Porque para eso se encuentra una: para hablar y no para quedarse en silencio. Anónima, la verdad que de muda no tiene nada. Hablamos tres horas seguidas sin stop. Increíble. Y, por supuesto, pedimos más de un café porque el diálogo daba para más. Parece mentira cómo se vuela el tiempo cuando una se siente cómoda.
De repente, me di cuenta de que ella sabía casi todo de mí (es lógico porque lee el blog) y era como si me conociera. Sin embargo, yo de ella no sabía nada. Esto no fue ningún problema porque, en otro abrir y cerrar de ojos, me puso al tanto de todos los aspectos de su vida, Me habló de sus diferentes trabajos, de un ex jefe, criticó al mío (muy bien hecho), de los novios que tuvo, los ex, el actual (se me hizo una coctelera en el cerebro pero ahora ya los tengo diferenciados). También de su familia, de sus amigos y hasta de los vecinos. Nah, si es lo que digo, diálogo no faltó. Criticamos a un par de bloguers, jeje, pero no fue tan grave, ya que también hablamos bien de otros.
Volví a corroborar que este mundo es un pañuelo. Buenos Aires es grande y no va que venimos nosotras a vivir justito en la misma calle. Eso sí que se llama coincidir. Después, me hablaba de conocidos suyos, lugares a los que suele ir y lo que me menciona me suena casi familiar. Me habló de un hombre que fue a ver, me lo nombra y yo pienso: "¡¡uhhhhhh, no lo puedo creer!!! Si con este hablo yo seguido por teléfono, me persiguió con los mails hasta que lo entrevisté, quiso que lo ayudara en x proyecto". ¡Claro, lo conozco! y viene anónima y me lo nombra. Pero, como en domingo y fuera de la oficina, no hablo de laburo no dije nada. Que este lugar, que aquel otro. Y casi todos me eran familiares porque alguna vez estuve relacionada con esos lugares.
En resumen, me encantó el encuentro, me encantó la conversación fluída, me encantó conocer a anónima. Que aún sigue siendo anónima porque, de tanto hablar, nos despedimos y no le pregunté su nombre.
En muchas cosas se parece a mí, tenemos gustos similares. Eso es agradable. En otras no, pero bueno, tampoco se puede ser dos gotas de agua.
Pero lo que más rescato de la gente es que sean pensantes. Eso me cae muy bien. Y anónima lo es. Además, me gusta su escala de valores. Es una mujer que valora el amor, la amistad y tiene los pies sobre la tierra en lo que respecta a la vida, la muerte y la locura. Gente así vale la pena tratar.
Como si todo esto fuera poco, me llevó un regalo. Me sentí bastante mal y culpable porque yo no le llevé nada. La próxima vez será sin falta. Me encantó porque me llevó lo inconseguible, lo que tanto tiempo busqué y no logré hallar en ninguna librería. Lo que hizo que se agolparan en mi mente, en un segundo, todos los recuerdos de mi love español. Y lo tenía ella allí sobre la mesa, para mí.
Voilà!

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